Hermanos:
Estaban en el pasado privados de Cristo, sin derecho a la ciudadanía de Israel, ajenos a las alianzas portadoras de la promesa, sin esperanza y sin Dios en medio del mundo. Ahora, en cambio, injertados en Cristo Jesús y gracias a su muerte, ya no están lejos como antes, sino cerca.
Cristo es nuestra paz. Él ha hecho de ambos pueblos uno solo; él ha derribado el muro de odio que los separaba; él ha puesto fin en su propio cuerpo a la ley mosaica, con sus preceptos y sus normas, y ha creado en su propia persona con los dos pueblos una nueva humanidad, estableciendo la paz. Él ha reconciliado con Dios a ambos pueblos por medio de la cruz, los ha unido en un solo cuerpo y ha destruido así su enemistad. Él ha venido a traer la noticia de la paz: paz para ustedes, los que estaban lejos, y paz también para los que estaban cerca. Unos y otros, gracias a él y unidos en un solo Espíritu, tenemos abierto el camino que conduce al Padre.
Ya no son, por tanto, extranjeros o advenedizos. Son conciudadanos de un pueblo consagrado, son familia de Dios, son piedras de un edificio construido sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas. Y Cristo Jesús es la piedra angular en la que todo el edificio queda ensamblado y va creciendo hasta convertirse en templo consagrado al Señor, en el que también ustedes se van integrando hasta llegar a ser, por medio del Espíritu, casa en la que habita Dios.
R/. El Señor habla de paz a su pueblo.
Voy a escuchar lo que Dios dice:
el Señor habla de paz
a su pueblo y a sus fieles.
Su salvación está cerca de quien lo venera,
la gloria va a morar en nuestra tierra. R/.
El amor y la verdad se han encontrado,
la justicia y la paz se abrazan.
La verdad brota de la tierra,
la justicia surge del cielo. R/.
El Señor traerá prosperidad
y nuestra tierra dará su cosecha.
La justicia caminará ante él,
sus pasos trazarán el camino. R/.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—Estén preparados y mantengan las lámparas encendidas. Sean como criados que están esperando que el amo regrese de una boda, listos para abrirle la puerta en cuanto llegue y llame.
¡Felices aquellos criados a quienes el amo, al llegar, los encuentre vigilando! Les aseguro que los hará sentarse a la mesa y él mismo se pondrá a la tarea de servirles la comida.
Felices ellos si al llegar el amo, ya sea a medianoche o de madrugada, los encuentra vigilando.
Palabra del Señor