La Navidad de Jesús y tu Navidad - Apóstoles del Sagrado Corazón

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¿Cómo será tu Navidad este año?
¿Qué caras tendrá tu Navidad? ¿Qué alegrías, qué sufrimientos, qué preocupaciones tendrá tu Navidad personal? ¿Qué fe acompañará tu Navidad?

Intenta hacer una pausa para un momento de oración y pregúntate qué tipo de Navidad estás viviendo en este año extraño y doloroso. Estamos inmersos, más o menos, en un contagio que nos está quitando el aliento, necesitamos un casco para respirar, pero aún más necesitamos un respiro mayor que los números que nos llegan cada día en esta época de CoViD.

Mientras que por un lado hay una animada discusión sobre las opciones políticas y económicas a tomar de cara a las fiestas navideñas, por otro lado, los cristianos tienen presente qué es la Navidad y cómo vivirla. Cada año se renueva ese don que es la verdadera vida para la humanidad, para aquellos que tienen un corazón que espera. Porque esto es Adviento, está esperando el regalo. Estar a la espera significa estar "proyectado”, hacia el don.
Significa tener claro en el corazón que Dios elige de nuevo a la humanidad para encarnar, para compartir, para levantar al hombre no solo de un virus, sino de algo mucho mayor: levantar la mirada hacia arriba, hacia eso. Dios que viene. Estirado hacia la cabaña en Belén, estirado hacia el anuncio del ángel.

¡Y cuánto necesitamos hoy para anuncios capaces de hacer vibrar nuestro corazón! Cuánta necesidad tenemos de encontrar sentido en nuestros días. Es cierto, tenemos la dimensión de expectativa inherente a nosotros. Todos experimentamos la espera: una respuesta, un informe médico, una invitación, una palabra de consuelo, un perdón, un momento mejor, un voto, una visita ... El cristiano no espera algo más, sino que vive eso más en Jesús, en ese Emmanuel, capaz de releer y dar sentido a las expectativas de nuestra vida.

Dios también vive la expectativa del hombre. También espera y reza para que aprendamos en primer lugar a escucharnos unos a otros y a esperar más entre nosotros. Ve y comprende que tenemos poca paciencia y que siempre tenemos prisa. Dios espera que nos detengamos porque los que no se detienen no se dan la oportunidad de leer en las tramas de la vida lo que les está sucediendo. Y entre estas líneas está también la escritura y la palabra de Dios. Él también nos espera: quiere que volvamos a dialogar con él, quiere que nuestra vida sea un reflejo de su gran amor por nosotros, quiere que podamos ver, oír, estimarnos y ser un poco más generosos con nuestro tiempo y nuestra vida.

Es Navidad cuando dentro de la vida que se te da logras estar ahí para las personas que te rodean. Es Navidad en ese gesto de amor que mantiene el contacto, escucha y acompaña un arrebato de quienes tienen ira o miedo en el corazón. Es Navidad cuando rezas y acercas al Señor los rostros de quienes se entregan a tu fe. Es Navidad por esa compra que se hace por los ancianos o por los necesitados.

Todos vivimos una Navidad diferente a los demás, por eso te pregunto al comienzo de la meditación cuál es la tuya. Todos vivimos la misma vida y fe, pero de diferentes formas porque el lugar, la gente, la comunidad, las emociones, la época, los sufrimientos y las inquietudes nos diferencian y nos llevan a profundizar y vivir el don de Dios de otra manera.

Los que acaban de ser padres, los que han pasado por la muerte, los que tienen familiares en el hospital, los que enseñan en la escuela o son educadores, los que se preocupan por el trabajo, los que están fuera de casa por estudiar o trabajar, los que no saben cómo llegar a fin de mes. , a quien le preocupa no poder estar cerca, al menos en Navidad, de sus familiares. Todos vivimos una Navidad diferente a los demás.

La fe vivida dentro de una comunidad te ayuda y te sostiene en tu Navidad. Por eso sus misas, sus oraciones, sus adoraciones, sus actos de caridad vividos en el adviento son el camino que les permite adentrarse en el misterio de la Navidad. No es una fiesta que te llega en medio de una vida preocupada y desordenada, pero es la gran fiesta que preparas dentro de un camino de fe y relaciones significativas.

Los evangelistas también lo hicieron.
Cada uno contaba la Navidad de forma diferente a los demás. Lo personalizaron porque la relación con Jesús solo puede ser tan única y personal como las relaciones entre nosotros. No uno igual que el otro. Algunos tan personales, otros agradables, otros superficiales, otros dolorosos y deprimentes, otros...

Juan, Marcos Lucas y Mateo en sus evangelios fueron claros al decirnos quién es la Navidad y dónde la entendieron, entendieron y contaron. Escuchémoslos.

Navidad en el Evangelio de Mateo.
Mateo nos acompaña a adentrarnos en la historia de un pueblo visitado por Dios mismo. La genealogía nos ofrece la historia concreta en la que se realiza el don. Todo sucede dentro de esta historia, dentro de esta cotidianidad de rostros, hechos humanos, hombres y mujeres con fe. Entre estos rostros nace Uno que es el Dios Emmanuel.

Nació entre los rostros asombrados de los Magos y el horrorizado de Herodes, entre la pequeña Belén y la alegría de María y José. Nace un bebé, necesitado de todo: amor, crecimiento, calor... pero entonces será él quien llene el mundo de todo esto. Para Mateo, el niño Jesús que nace, es el Mesías, el cumplimiento de nuestras más verdaderas expectativas. Dios entra al mundo con el rostro luminoso de un niño; entrar en nuestra historia en nuestro hogar, cumplir nuestras expectativas en caminos que nunca hubiéramos previsto o imaginado.

Esta es la Navidad de Mateo: es Jesús quien nace en la vida cotidiana de su familia y en la casi indiferencia de todos los habitantes de Belén. Jesús / Dios es así, debe ser acogido y redescubierto aún más en nuestra vida diaria, en nuestra historia, en nuestra familia. Dios, con los ojos de la fe, lo encuentras ahí. Él ya está en tu vida, no tienes que ir a ningún lado para conocerlo, ya está a tu lado.

La Navidad de Mateo nos pide que recuperemos todo lo que nos ha pasado hasta ahora en la vida. Es una meditación post-hoc, una revisión de la experiencia, una vida para ser entendida y reinterpretada. Es tomar una nueva conciencia de lo que me ha sucedido hasta ahora: mis elecciones, mis decisiones, el camino que he tomado. Pienso en la historia de mi fe, en quienes me la transmitieron y se convirtieron en testigos de mí, su entusiasmo, sus elecciones.

Miremos, pues, las vivencias verdaderas y humanizadas de la vida y luego preguntémonos cómo las enriquece el Evangelio: esta es ya la Encarnación del Señor. Quizás de esta Navidad de Jesús podamos esperar una sincera conversión de corazón, un amor más fuerte y más libre que nos una a él.

Navidad en el Evangelio de Marcos.
Marco no habla de la Navidad. No cuenta su infancia, ni magos, ni pastores. No encontramos a Herodes ni nada relacionado con los primeros años del mismo Jesús. Pero no falta la Navidad en Marco. Ofrece otra perspectiva: según el enfoque de Marcos, se puede decir que el hijo de Dios, Jesús, entra en el mundo y revela los secretos de Dios partiendo del final, es decir, partiendo de la Cruz. Sólo al final de su Evangelio, desde la Cruz, habrá tiempo de volver a ser niños. A partir de ese momento, todos los creyentes saben que nació Jesús, el amor de Dios por nosotros. Jesús también nacerá verdaderamente dentro de ti cuando hayas asimilado que Jesús es el lugar donde el hombre y Dios pueden encontrarse verdaderamente.

Aquí está la Navidad de Marco. Comprendes esto si tienes la paciencia de dejarte llevar de la mano y alcanzar la cruz. La humanidad de Jesús se revela en todas las reuniones y en el libro de milagros que contiene. Aquí ves y tocas al Dios que se hace hombre para traer a la humanidad perdida de regreso a Dios el Padre. Y bajo la cruz se ve su plenitud hasta tal punto que un centurión romano expresa su divinidad: "Verdaderamente era el Hijo de Dios". Al verlo morir así y escuchar sus últimas palabras, vio a Dios mismo.

Si tuviéramos que hacer un belén que represente El nacimiento de Marcos, también deberíamos poner la cruz del Gólgota y un Centurión romano como un nuevo ángel de la historia.

Marco habla de esta Navidad, la de un Dios presente en todas las formas de vida y sobre todo un Dios que no deja sola a la humanidad en el momento del sufrimiento. Incluso los momentos de prueba, de tentación, de desánimo pueden ser una Navidad. No es casualidad que de estos momentos decisivos de la vida hayan surgido grandes testimonios en la historia de la Iglesia. Hombres y mujeres redimidos que repitieron los gestos de Jesús y de ellos han sacado un renacimiento, una Navidad.

Jesús nace en nuestro corazón cuando estamos dispuestos a alcanzar los signos supremos del amor, los que pasan por muchos gestos de la vida diaria, por la mortificación de nuestro orgullo y nuestra pereza, por las situaciones de sufrimiento que la vida no nos perdona. Así se realiza el reino de Dios. Para Marcos, Jesús es verdaderamente el hijo de Dios, el que explica el secreto del amor muriendo por los demás.

Navidad en el Evangelio de Lucas.
También Lucas, como Mateo, habla de forma precisa y descriptiva sobre la infancia de Jesús ¡Quién sabe cuántas veces María le habrá hablado de aquellos días! Entre los bellos personajes de Lucas encontramos a los pastores que, en su sencillez, son los primeros en reconocer a Dios en el establo de Belén. Luego está Simeón que dice de Jesús: "Luz para iluminar al pueblo". Pero lo que más emerge en toda su historia es la misericordia de Dios, un Dios que ama de forma concreta y gratuita. Un Dios que hace todo lo posible para que cada uno sienta su amor. El emblema de esta pasión por la humanidad es el capítulo 15 con el padre misericordioso. La manifestación de la Misericordia se hace presente a cada uno: es palabra que salva, es fe que confía, es amor que sana.

Con Lucas vamos a Belén para entender cómo nace la Misericordia de Dios y de allí, con los Pastores, para ver los primeros pasos de este hijo del Altísimo que pasará por la humanidad, haciendo el bien a todos: amar y perdonar. Me preparo para ser perdonado: y Jesús nacerá dentro de mí.

Para Luca es Navidad cuando nos sentimos amados, perdonados. En el perdón encontramos la vida. Es maravilloso mirar los ojos a menudo incrédulos de aquellos que han recibido un perdón inesperado, ver  la vida que vuelve a fluir por las venas, ves los ojos de los que están conscientes de haber recibido un regalo, ves la certeza de una nueva unión de comunión. ¡El perdón y la misericordia tienen el poder de revivir a cualquiera! Luca nos lo repite.

Navidad en el Evangelio de Juan.
Juan nos lleva a su Navidad formada por el colmo del Prólogo: "El Verbo se hizo carne y vino a habitar entre nosotros". El Evangelio de Juan es el lugar de la madurez de la fe, de la mirada sintética y contemplativa y nos conduce como en alas de águila, hacia el corazón de Dios.

Lo hace a través de esa Palabra que es la Palabra. No solo una palabra creativa, sino ahora una palabra de vida para cada hombre y mujer que conoce. Hay muchos diálogos en el Evangelio de Juan capaces de dar sentido y sentido a quienes los reciben. Pensemos en Nicodemo que por la noche se enfrenta a Jesús. Luego encontramos a la mujer samaritana, sedienta de dignidad, al ciego de nacimiento que empieza a creer...

Es la palabra que genera fe y nos pone en camino. En esta Navidad de Juan, cuando mis preguntas me atormentan mis vivencias, cuando la duda me asalta, cuando las diferentes opiniones de la cultura dominante me confunden, cuando me encuentro solo frente a la gran pregunta de la fe... aquí es donde hay que buscar el diálogo con Jesús, su palabra. Él ofrece las razones de la vida y comprendes que ese Dios, que es Logos, es verdaderamente confiable. Puedo confiar en él, puedo confiarme en el misterio de su Gracia. En el evangelio de Juan, el logos es Jesús, nacido en Belén de Judea, que vino al mundo para dejarnos entrar en el misterio de Dios.

El nacimiento de Juan nos lleva a dar gracias por todos aquellos que en la vida han sido humildes testigos de la luz por nosotros. El Señor envía siempre a la existencia de cada hombre y mujer a alguien que lidere el camino, testigos humildes y fuertes que hacen brillar el Evangelio con extrema sencillez y coherencia, hombres y mujeres de todas las edades, de diferentes condiciones, pero que tienen la extraordinario carisma de hacer crecer a otros en la fe.

Juan nos lleva a agradecer a Dios por todos aquellos que nos han cuidado a lo largo de su vida: nos amaron, nos buscaron, nos hicieron crecer, nos hablaron de Dios, con paciencia, perseverancia y amor. Nos enseñaron a hablar con Dios.

Y así es Navidad cuando se puede escuchar su Palabra y dialogar con él que es Emmanuel, el Dios con nosotros y que se hace presente en la vida a través de las personas que tenemos a nuestro lado.

Conclusión
Nos encaminamos hacia la Navidad con lo que somos en este momento, con nuestra fe firme o balbuceante, con nuestras certezas o inquietudes, con nuestras dudas o respuestas. Lo importante es captar la belleza de ser amado: será el mismo Dios, en el asombro de un niño, quien te dirá cómo será tu Navidad este año. Simplemente déjate amar por él en las elecciones concretas de tu advenimiento. ¡Y realmente será Navidad para ti este año también!
Don Graziano Gianola
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